HOSTAL HORIZONTE, GIBARA-HOLGUÍN. CUBA

En la bahía de Gibara descansa el pueblo pesquero que recibe su mismo nombre. Antiguamente denominada Río de Mares por Colón, fue en este paraje hermoso donde tuvo lugar el primer contacto con los indios tahínos, quienes lo llamaban jíbara, por la presencia de los arbustos del mismo nombre; siglos después, la criolla y mercantil Villa Blanca, la segunda ciudad fortificada después de La Habana, protagonizaría los años de desarrollo y comercio que urbanizarían las ciudad tal y como hoy se puede visitar.

La omnipresencia del mar Caribe por un lado, y de la "silla de Gibara", enmarcan la villa en un entorno tranquilo y acogedor, desde la costa por las faldas de un monte, hasta la cima, donde se puede contemplar desde el mirador la vista excelente de sus calles y su trazado colonial. En el muelle, la batería Fernando VII nos remonta a su pasado colonial, a la piratería que se adentraba en la bahía, así como los restos de los fuertes y murallas. Sus calles esconden pequeñas obras de arquitectura, como la plaza mayor, el teatro español, o la Casa de la cultura, y también, eventos culturales de importancia, como el del Cine Pobre. La playa "la concha", pese a su tamaño da un ambiente recogido y privado.

Pero es, sobretodo, el perderse entre sus calles al atardecer, como se puede conocer mejor el encanto de esta ciudad portuaria. Entre sus calles, en la calle Independencia, el hostal Horizonte acoge al viajero que desea pernoctar y pasar una alegre velada en compañía del patrón, Ángel Rodríguez, y su esposa Isabel, quienes no escatiman en sonrisas y atenciones para que el viajero pueda sentirse a gusto.

La finca, de tres plantas, dispone de terrado, habilitado para barbacoas, y de cenador cubierto, donde pueden comer una docena de comensales. Las habitaciones, restauradas y habilitadas con todo el confort y atención que dedican sus dueños, disponen de camas y tamaños para todos los viajeros. Disponen de baños privados, agua fría y caliente, refrigerador, cocina y aire acondicionado. Los camarones, el dorado, los ostiones, preparados con calma se saborean en la terraza con vistas al mar, como si uno se encontrara al pie de la bahía.